EUGENIO MARIA DE HOSTOS’S TEXTS WRITTEN in NEW YORK- LETTERS
I. CARTA AL DIRECTOR DEL “DlARIO CUBANO”
Señor director del Diario Cubano.
Señor y amigo mió: De tal modo estoy dispuesto a complacer a usted, que voy a hacer mas de lo que usted pide. Pide una explicación firmada de lo que usted llama discurso y llamo yo mi exhortación; y declaro bajo mi firma que no oye bien el que habiéndome oído, diga que yo he podido expresar otras ideas u obedecer a otros sentimientos que los siempre obedientes a mi conciencia.
Mi conciencia me dice que el anhelo supremo de mi vida, la independencia absoluta de las Antillas, tan posible por las condiciones geográficas y económicas de esos pueblos, seria una obra difícil para la generación que esta destinada a conquistarla, que ha empezado heroicamente a conquistarla, si no se cura a tiempo de dos vicios que ha inoculado en nuestra raza el despotismo. Del primero, producto necesario de aquel funesto principio de autoridad que, además de nuestra libertad, ahogaba en nosotros la dignidad humana, se origina la falsa idea de libertad. Del segundo, engendro maldito del gobierno personal, se produce aquella costumbre de encomendar a otros lo que debemos hacer por nosotros mismos. El primero engendra anarquía; el segundo procrea dictadores; una y otros se completan, y en dondequiera que el odio sistemático a la autoridad produce la anarquía, hay un ídolo de la multitud, que la esclaviza; y en dondequiera que hay idolatría política, hay un estado latente O patente de anarquía. La sociedad que padece de esos males, no es libre. Y si yo quiero la independencia absoluta de las Antillas, es porque quiero probar a nuestros detractores que las Antillas pueden ser libres.
Con tales propósitos, y obedeciendo a tales ideas, claro es que me opongo a todo lo que pueda contrariarlas. He aquí por que, a todas horas y en todas partes, exhorto a los cubanos a que no amen otra cosa ni crean otra que las ideas.
Por eso, en Irving Hall, empecé hablando de nuestra idea capital: la independencia. Quien se oponga a ella, es nuestro enemigo. ¿Se opone indirectamente quien, desatendiendo el derecho de la autoridad legitima, intente divorciarnos de ella? Pues es nuestro enemigo. ¿Se opone la conducta de esa misma autoridad? Pues es vuestro enemigo. Al primero, combatidle oponiéndole el derecho de la autoridad. A la segunda, haciéndole una oposición publica, clara, patente, yendo en corporación a decirle: “Te extravías, dejas de hacer esto, O te excedes en lo otro. Haz lo que falta, abstente de lo que sobra.”
De modo que, desatendiéndome de las personas y atendiendo a las ideas, yo no hablo ni en pro ni en contra de la Junta, en contra ni en pro de nadie. El día en que yo descienda a personalidades, y me haga la injusticia de secundar intereses personales, habré puesto mi patriotismo al nivel de las personas, y es poco para mis ideas la estatura ordinaria de cinco pies.
Que es posible hablar mas claro, tal vez lo piensen los que se abandonan al movimiento de las pasiones. Si hay quien este firme en sus ideas, ese, que juzgue.
Y pues supongo a usted mas obediente a sus ideas que a sus pasiones, juzgue del discurso de s. a. s.